La Virgen del Cuello Largo es una pintura, obra de Parmigianino, conservada en la Galería Uffizi de Florencia. Fechada en el 1534, la obra está realizada en pleno Renacimiento y, sin embargo, ya está adelantada a su tiempo. La Virgen del Cuello Largo es un magnífico ejemplo de manierismo, del arte renacentista en busca de algo más. Un comienzo de transición hacia el Barroco.
Parmigianino era un artista de gran personalidad, atrevimiento y carácter. Sólo alguien con su talento y forma de pensar, pudo haber creado una genial obra de arte como esta. La pintura fue un encargo para la iglesia de Santa Maria dei Servi en su Parma natal.
La Virgen del Cuello Largo: una Virgen diferente
En la pintura de Parmigianino, la protagonista es la Virgen. No sólo está en el centro de la misma, sentada en un trono, sino que su tamaño es mucho mayor al del resto. Más alta, más grande. Y eso no es todo, su cuerpo es diferente. Ya no sólo al del resto de figuras… tiene aspectos incluso antinaturales. Un cuello especialmente largo y alto. Sus dedos, también, extremadamente largos.
A pesar de todo esto, la Virgen no parece una suerte de aberración como, dada esta descripción, parece que debería ser. Todo lo contrario, aun con estos rasgos, Parmigianino consigue que luzca elegante, bella, fuerte y con extrema clase y delicadeza. Una absoluta demostración de su talento.
A partir de este cuello largo de la Virgen, por llamar tanto la atención, acabó llevándose el nombre la obra.
La intención del artista se cumple. El motivo, según coinciden los expertos, parece ser la intención de transportar la elegancia del cisne a una mujer. Un cisne que, aun con su largo cuello y alas (cuello y manos de la Virgen) es símbolo de elegancia.
Otras teorías defienden que podría deberse a un himno mariano que defiende la pureza de la Virgen diciendo ‘’tu cuello es como una columna’’. Y, de hecho, a la derecha de la Virgen, en la pintura, hay una columna.
El Niño Jesús en la Virgen del Cuello Largo
En su regazo, la Virgen cuida y sostiene al Niño Jesús. Los pies descalzos de la Madre reposan sobre dos cojines a los pies de su asiento.
El Niño descansa en una posición extraña, retorcida, da la sensación de que fuese a caerse en cualquier momento. Con su brazo derecho alargado hacia el hombro de su Madre, que lo sostiene. El otro, dormido, cuelga hacia el otro lado sin apoyo.
Aquí Parmigianino, de nuevo, juega con posiciones difíciles, impensables para una pintura armoniosa. Imposibles para una escena de descanso o armonía y que, sin embargo, él hace posibles.
La postura del Niño, sin forzarlo, forma la misma que Jesús toma en la cruz. A la izquierda de la pintura, un ángel sostiene un jarro que muestra un reflejo. Éste, en lugar de mostrar el del niño, deja adivinar una cruz.
Parmigianino, adelantado a su tiempo
Personalmente, me encanta Parmigianino. Me parece uno de esos elegidos. Pero que no se queda simplemente en ello. Además de tener un indudable talento innato, lo busca, se esfuerza por mejorarlo, diferenciarse, aprender de los mejores, crear su estilo, ganarse un hueco. Un elegido que no se conforma con serlo, tiene la curiosidad de aprender, de alimentar sus inquietudes y potenciar sus habilidades.
Me encanta la historia de su llegada a Roma. Era un joven talentoso de Parma, pero entonces el centro del arte ya había pasado de Florencia a Roma. Por su escueto tamaño, su gran juventud y su ciudad natal, Parma, le quedó el apodo de Parmigianino, ‘el parmesanito’.
Pero esto es sólo una curiosidad. Lo que me fascina de esta llegada a Roma es su carta de presentación. Parmegianino había pintado un autorretrato en un espejo convexo, mostrando lo que él mismo vería al observarse en una superficie tan diferente. El resultado es espectacular. Hablando de los Uffizi, podemos asociarlo con las formas de la Medusa de Caravaggio.
Para buscarse sus primeros encargos y tener acceso al estudio de los grandes artistas, Parmigianino llevaría consigo a Roma este autorretrato. El joven de Parma lo enseñaba a potenciales empleadores como su currículum, una carta de presentación. ‘’Mira de lo que soy capaz’’.
Una pintura novedosa
La Virgen del Cuello Largo es también ese ‘’mira de lo que soy capaz’’ que Parmigianino mostraba con su autorretrato. Pero, ahora, en un contexto muy diferente. El joven ya no lo era tanto. Pintó esta obra poco antes de morir. De hecho, quedó inacabada por su fallecimiento.
En ella Parmigianino introduce elementos que rompen con las reglas del Renacimiento que entonces reinaba. Por ejemplo, las formas tan exageradas en la Virgen.
Aunque esto es más notorio en el grupo de ángeles a la izquierda de la escena. Que observan y rinden culto a la Virgen y al Niño. Normalmente, este conjunto se representaría en formas más equilibradas, espaciosas. O, al menos, adaptándose más al espacio.
Parmigianino los coloca amontonados, apelotonados unos con otros. Casi montándose uno por encima del siguiente. Como el que vemos detrás del que sostiene el jarrón, que mete su cabeza como puede para observar la escena.
Una obra inacabada
La Virgen del Cuello Largo se le encargó a Parmigianino en el 1534. A su muerte en el 1540, la obra estaba en su estudio, acabada y sin entregar. Su comisionaria, Elena Baiardi, decidió colocarla aun así en la iglesia. Pero decidió poner bajo ella una inscripción: “Il destino avverso impedì al parmense Francesco Mazzola di portare a termine l’opera”. Es decir: ‘’el destino adverso impidió al parmesano Francesco Mazzola de terminar la obra’’.
Lo inacabado de la obra lo tenemos, sobre todo, en la parte derecha de la misma. La columna realizada debería sostener un interior cuyo techo está inacabado. En la esquina inferior, San Jerónimo está representado desplegando un pergamino. Se lo muestra a otra figura, señalándolo. De esta otra figura, Parmigianino sólo había pintado al momento de su muerte un pie.
Cómo visitar la Virgen del Cuello Largo
La obra se conserva en la Galería Uffizi, uno de los museos más prestigiosos del mundo, ubicado en Florencia.
Para visitar el museo, los horarios son los siguientes:
De miércoles a viernes: 14:00 – 18:30.
Sábado y domingo: 09:00 – 18:30.
El precio de la entrada es de 20€, 2€ para los ciudadanos europeos entre los 18-25 años y gratis para los menores de edad.
La mejor opción para visitar la Virgen de Cuello Largo de Parmigianino es hacerlo en un tour por la Galería Uffizi, disfrutando de todas las obras maestras del museo.
Comentario
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